Antes cada visita al veterinario era una batalla. Tengo dos gatos (Luna de 3 y Simba de 5) y meterlos en la jaula era imposible: chillidos, arañazos y nervios. Incluso llegué a cancelar citas porque era insoportable. Con la antiestrés todo cambió. El tejido acolchado amortigua los ruidos del coche y, con la cabeza libre, Simba no se siente atrapado. También puedo abrir solo una cremallera para que el veterinario revise sin sacarlo entero. Ahora entran tranquilos y en la última revisión ninguno maulló. Pasamos de 30 minutos de caos a 5 de calma. Me siento aliviada por mi y sobre todo por ellos.

Mi gato Bruno tiene 12 años y 7 kilos. En su jaula rígida se golpeaba contra los barrotes y terminaba jadeando del estrés. Probé mantas, juguetes, feromonas… nada funcionó. El viaje era una tortura para ambos. Esta bolsa fue un cambio radical. El material resiste las uñas y es suave. Me encanta llevarlo al hombro: siente mi calor y se calma. Además, si necesita medicación, saco la pata por una cremallera sin sacarlo entero. En la última visita el veterinario comentó lo relajado que estaba. No hubo necesidad de sedantes y el chequeo fue rápido.

Mi gato de 2 años es muy nervioso: no soportaba los viajes. En la jaula gritaba, se golpeaba y hasta se orinaba. Llegué a pensar que nunca lo llevaría sin sedarlo, lo cual me preocupaba mucho. Con la bolsa me sorprendió, se acurrucó como en una guarida. El material impermeable fue clave porque, aunque se orinó la primera vez, no se filtró nada. Después de dos viajes ya no grita, incluso se queda quieto y respira tranquilo. Pasamos de cancelar citas a ir puntuales y sin dramas. Me da paz saber que no sufre.